viernes, 27 de noviembre de 2009

El gran descubrimiento

El gran descubrimiento.

Alguien me habló de encontrar a Dios en la natura,
y yo corrí hacia el mar, crucé campos y senderos.
Miré en espigas y en flores.
Todos me hablaban de Dios, de su cuidado y esmero.
Pero no vi a Dios; no estaba allí.
Sólo había noticias de él, rumores, recuerdos...

Pregunta a los sabios de Dios, -otros dijeron.
Busqué al místico, al teólogo y al lama.
Recorrí templos y monasterios.
Escuché santas ideas, comentarios, oraciones, sentimientos...
Ellos vivían con Dios, pero yo no logré verlo.

Dios bajó hace tiempo ya, busca en los barrios,
en la lucha del hombre por el hombre, -sugirieron.
Busca en la selva, en la cárcel, en chabolas...
Y sólo hallé recuerdos.
Recuerdos de algo que El dijo,
de interpretaciones, de ideas y de sueños.
Pero a Dios yo no lo vi,
tal vez no estaba allí, se fue hace tiempo.

Entonces, desencantado, creí que no estaba en ningún sitio,
o que estaba en el cielo, demasiado lejos,
y busqué en mi corazón otros asuntos.
¡Que siguiera Dios allá en su cielo!
Y al mirar allí, en mi corazón,
sentado entre injusticias y entre miedos,
entre dudas, rencores y esperanzas,
entre buenos y malos sentimientos,
estaba Dios allí, sentado y esperando.
No estaba en la tierra ni en el cielo.

Y me fuí a contáselo a la gente,
a gritar mi gran descubrimiento.
Y me encontré que Dios estaba en las montañas,
en las flores y en los monasterios,
en los barrios, en la cárcel, en la iglesia,
en la Biblia, en el cine y en los cuentos.
Resultó que Dios estaba en todas partes
cuando lo habías encontrado dentro.