jueves, 12 de noviembre de 2009

Canto a la vida

Este largo poema lo terminé de escribir en la Pascua del año 2001. Y tiene su su historia.
Mi madre era una mujer muy buena y muy recta, por lo que fue muchas veces incomprendida y criticada. Yo misma, aunque la amaba, tardé muchos años para entenderla y valorarla. Entonces empecé a ilusionarme con la idea de escribir su vida, para reivindicar su figura, y poner las cosas en su sitio.
Pero mis ocupaciones familiares no me permitían hacer tal cosa, nunca pensé que pudiera hacerlo.
Siempre he sabido que Dios nos lleva de la mano. Un buen día, leí en el periódico la convocatoria de un concurso de poesía en la Comunidad valenciana. Había un solo premio, pero con una dotación económica significativa. Y pensé: ¿Y si yo lo consiguiera? Lo daría todo para los pobres. Esta motivación tuvo mucha fuerza en mí.
Pero ¿ sobre qué escribir? Hasta entonces mi insignificante obra eran unos cuentecillos para felicitar a mis nietos, ¿qué podía hacer?
Ya está, el mejor guión, la biografía de mi madre. Y, a ratos, escribí el borrador. Llevaba siempre en el bolsillo papel y lápiz, pues la inspiración me llegaba en cualquier momento. Luego, mis hijos lo pasaron al ordenador, hicieron las copias y lo presentaron al concurso.
Como era de esperar, no me llevé el premio, hubo trabajos mejores. Pero sí tuve la alegría de haber llevado a término aquella idea que parecía irrealizable.
Y aquí está. No es una obra maestra, pero sí mi obra preferida.


CANTO A LA VIDA

A las madres,
porque después de Dios,
no hay nada en la vida
como una madre.

Estrellita de Belén.


Prólogo.

Sentada junto a mi madre,
y próxima su despedida,
quiero escribir un poema,
como un cántico a la vida.
Quiero ser testigo fiel
de la historia de mi madre,
y es tanto lo que le debo,
que merece un homenaje.
El nacimiento
Nació en Bicorp, en la sierra,
pueblo de habla castellana,
gente noble, recia, llana,
cuyo sustento es la tierra.
Su padre, José Mengual,
de familia acomodada,
un hombre justo y cabal
que todo el mundo estimaba.
De familia más humilde
era Társila Valiente.
Valiente de corazón,
graciosa e inteligente.
Era muy trabajadora,
aunque menuda y pequeña,
y no sabía leer
porque nunca fue a la escuela.
Las familias numerosas
eran lo normal entonces.
Fue quinta entre nueve hermanos
en mil novecientos once.
-"Társila no tienes leche,
¿Cómo la vas a criar?
-No llores, pequeña mía,
Emilia te amamantará"
Tal cariño recibió
Amparo en aquella casa,
que volvía con frecuencia
durante toda su infancia.
Afecto que perduró
hasta el final de sus vidas,
con su "madre" centenaria,
y con Emilia, su hija.
La infancia
Mi madre me relataba
las cosas de su niñez:
abuelas Pepa y María,
¡cuánto las debió querer!
Y también de sus hermanas,
Társila era la mayor,
la que siempre la peinaba
y le tenía gran amor.
Su mejor amiga, Amalia,
que era de su misma edad,
juntas iban a la escuela,
a la fuente o a jugar.
Una vez fueron a Ayora
a la feria, con su padre.
Les dio un poco de dinero
¡Cuidado con malgastarle!
-Hay una sesión de circo,
vamos a ver payasadas.
Como Amalia era bajita,
solo pagó media entrada.
Con el dinero de sobra
se compraron un capucho
de "cacau" y de altramuces;
y se divirtieron mucho.

Para casi cien alumnas
llegó una nueva maestra:
Carmen Segura Martínez,
era joven y dispuesta:
Eran tiempos de escasez
y había niñas ausentes,
ir a trabajar al campo,
era delito frecuente.
También Amalia y Amparo
se turnaban el quehacer;
una al campo, otra a la escuela
eso no debía ser.
Doña Carmen fue a su casa
para hablarlo con sus padres.
Doña Carmen fue una madre,
una madre inolvidable.
Amparo dejó la escuela;
ya era una chica mayor.
Por ser alumna aplicada
tuvo diploma de honor.
Le hubiera gustado ser
También maestra de escuela,
pero era un sueño imposible,
y no lo dijo siquiera.
La juventud
"La casa del tío Mengual
contiene seis diamantes:
Társila, María, Amalia,
Amparo, Consuelo y Carmen."
Así cantaba la copla
de un amigo de mi madre.
Por desgracia, la pequeña,
contrajo un mal incurable.
Amparo fue su enfermera,
su amiga y su confidente.
Siempre allí, a su cabecera,
ni novios ni pretendientes.
Cuando Miguel Suay Rubio
llegó a Bicorp como médico
era simpático y joven,
causando mucho revuelo.
Iba a casa cada día
Para visitar a Carmen,
y así, como es natural,
se hizo amigo de mi madre.
Carmen murió con trece años,
mi madre tenía veinte;
la vida nos va enseñando:
una lección es la muerte.
¡Sentía tanto cariño
por aquella criatura!
Era un ángel en la tierra,
era un sinfín de ternura.
Hizo un viaje a Barcelona
para intentar olvidar,
pero volvió pronto al pueblo,
lo suyo no es la ciudad
Es tiempo para querer
y ayudar a la familia.
Pepe, casado y con hijos
la llevan de coronilla.
Y cabría destacar
a sobrinos predilectos:
Pepe y Juan Carlos, quizás,
con ellos está en el cielo.
. . .

La tía de Navarrés
pronto dará a luz un niño,
y tiene ya otros tres,
que necesitan cariño.
-Tía, no te preocupes,
que yo iré para ayudarte.
-¡Que venga la prima Amparo
que nos hace chocolate!
. . .
Después de un breve noviazgo,
se despidió de Juanito.
Era rico y buen muchacho,
pero un poco señorito.
Amparo era una mujer
sencilla y trabajadora,
no es raro que prefiriese
la vida de labradora.
Así, se casó con Pedro,
y eran pobres, pero ricos.
La guerra lo llevó al frente
cuando iba a nacer su hijo.
La guerra
No hay médico ni medicinas,
también escasea el pan,
no venden hilo ni aguja,
ni jabón para lavar.
Ponen la ropa a remojo,
ceniza y agua no más,
que el poco aceite que queda
hace falta al cocinar.
¡Han incendiado la iglesia,
han quemado hasta el altar!
¡Santa Cruz, patrona mía,
Tú nos tienes que salvar!
El nacimiento del niño
debió de ser complicado.
Amparo estaba muy grave
y llamaron al soldado.
Al recibir la noticia
pensó que era solo un truco;
el permiso fue muy breve
casi no estuvieron juntos.
Una pregunta en el aire
-sólo lo sabe el Bendito-
Si tú mueres y yo muero,
¿quién cuidará a nuestro hijo?

Llegan noticias del frente
que rasgan el corazón:
Francisco, hermano de Pedro
muerto en la confrontación.
Padres, hermanos y amigos
lo reciben con dolor.
Luisa estaba embarazada,
tiene dos hijos, ¡Señor!
Mi padre solía decir:
lo peor del mundo es la guerra;
todas las desgracias juntas
están presentes en ella.
Como un regalo de Dios,
Luis era un bebé precioso,
la alegría de su madre,
sonriente y cariñoso.
¡Qué hermoso ser como un niño
y vivir ajeno a todo!
Ir derramando alegría
no entender guerra ni odio.
La contienda terminó
y los hombres regresaron
Mi padre anduvo tres días
¡ Y vaya si se abrazaron!
La posguerra
Esperanza en su regreso
regocijo con su vuelta,
mas no hay cosecha en el campo
y vacía está la despensa.
Al terminarse la guerra,
mi madre va al hospital;
-sólo los enfermos graves,
apenas hay material
. . .
Quedan todavía penas
por aquel que no ha venido
-Mi hermano Juan en la guerra
o en la cárcel sin delito.
Hasta Alzira fue el abuelo
a lomos de un borriquillo
-Ha venido un compañero
me dirá algo del chiquillo.
Cuando por fin regresó
siete años tras su partida,
diéronle gracias a Dios
por recobrarlo con vida.
. . .
Fueron años de posguerra
de pobreza y privaciones,
pero también de riqueza
de esfuerzos y de ilusiones.
Como muchos bicorinos
emigran a Barcelona;
buscan trabajo, lo encuentran...
y al poco, a su casa tornan.
. . .
La herencia
Es muy grande la carencia
y el abuelo es recto y justo.
-Vamos a darles la herencia.
Lo poco ahora es mucho.
-Acuérdate lo que dicen:
"quien da los bienes en vida
se merece que le den
con un palo en la barriga."
Se reúnen los hermanos,
siete a la mesa en total.
Hay un lote más pequeño
con la casa familiar.
-¿Casa grande y con abuelos?
¡Vaya herencia interesante!
-Si alguien no quiere la casa,
yo le cambiaré mi parte.
Amparo tiene la casa
y quiere mucho a sus padres,
pero su salud es débil
para una casa tan grande.
-Alquilan una casa, padre.
Nos vamos a vivir allí.
-Nosotros sólo queremos
que estés tranquila y feliz.
La casa es una casucha
impropia para vivir,
Pedro y Amparo la dejan
blanca como un alhelí.
La madurez
Van olvidando la guerra
van construyendo la paz,
Luis ha cumplido diez años,
y en la familia, uno más.
Nace Elisa bien amada,
en casa humilde y en paz,
-"No soy rica, ¡millonaria!"-
se oye en la vecindad.
Si la llama una vecina:
-¡Sal, Amparo, corre, ven!.
Mi madre acude al instante
pues le gusta hacer el bien.
Pero si la llaman tres:
-Vente aquí un rato a "charrar"
-Lo siento, no puede ser,
tengo que irme a lavar.
Fueron años muy felices
por diversas circunstancias;
una, Don Julio Donato
médico amigo de casa.
Era pequeño y delgado,
creyente de corazón.
Era fuerte y delicado
cirujano y comadrón.

Con su esposa Doña Amparo,
y sus hijos Pepe y Gloria,
eran familia modelo
de gratísima memoria.
Varias familias del pueblo
vivían en pleno monte,
si tenían un enfermo,
Don Julio iba al galope.
Una vez se puso enferma
una madre de familia;
el médico, preocupado,
iba a verla cada día.
-Don Julio no puede estar
yendo y viniendo a diario.
Tráigala aquí a nuestra casa
y se acabó este calvario.
Trajeron a la mujer
con su hija ya mocita,
mi madre les preparó
la habitación más bonita.
Cuando se recuperó,
volvió a su casa otra vez.
Mis padres no hacían alarde,
vivían con sencillez.
Mi padre, hombre sencillo
y músico de ilusiones,
tocaba el acordeón
en fiestas y reuniones.
Todo era muy familiar,
las hermanas de mi madre,
y el Tío Pepe Careona,
primo hermano de mi padre.
Don Julio hacía reír
con lo que viniera al caso,
porque, además de buen médico
tenía alma de payaso.
. . .
Era un domingo de invierno,
y estaba cayendo el sol;
mi madre fue al gallinero
para darles su ración.
-¡Se ha escapado una gallina!
Y al intentar atraparla
quedó prendida ella misma
en la cerca electrizada.
Quiso soltarse y no pudo;
-¡Socorro, auxilio! Pedía.
Era un domingo invernal,
nadie de casa salía.
Amparo morir se siente,
mira al Cielo,
ruega al Padre;
y luego queda inconsciente.
-Me pareció oír a alguien,
creo que pedían auxilio.
No sé ni quien pueda ser.
Hace frío este domingo.
Hay una mujer de pie
junto a la larga alambrada;
tiene los brazos tendidos
y la cabeza inclinada
-Me creo que ya está muerta...
¡Parece el Dios en la Cruz!
-No la toques, que te engancha
vamos a quitar la luz.
Recobró el conocimiento
cuando despertó en su cama
rodeada de sus hijos,
su marido y sus hermanas.
-¡Esto hay que denunciarlo!
Le puede ocurrir a otro.
-No hace falta, lo han quitado.
Amparo pagó por todos.
. . .
La abuela Társila sabe
cuentos sin saber leer
"El comerciante Sevilla"
-Venga, abuela, otra vez.
. . .
Y llegó mi Comunión,
día grande por demás.
-Tiene que ir la mejor.
-Irá bien y nada más.
Así respondió mi madre
a un consejo afectuoso.
La sencillez y la gracia
son siempre lo más hermoso.
De ese día señalado
guardo muy grato recuerdo:
fui a comulgar con mis padres.
Aquello parece un sueño.
. . .
-La abuela está medio tonta,
nos cuenta el cuento al revés.
-Es que pierde la memoria
pero bien lista que es.
Ella misma lo explicaba:
-Tonta de los pies,
que de la cabeza
cualquiera lo es.
-Nos vamos a Barcelona,
madre, véngase conmigo.
Pepe se lleva a su madre,
la madre va con el hijo.
Salió a la calle ella sola,
a la calle a pasear.
-¿Dónde vive mi María?
Se ha perdido en la ciudad.
-La abuela no está bien ya,
hay que llevarla al asilo.
-Pero ella nos cuidó a todos...
Juan ha ganado el partido.
¿Cómo sabes estas cosas
si eras muy pequeña entonces?
Yo jugaba a las muñecas,
y escuchaba a los mayores.
Y la abuela se quedó
en el pueblo para siempre,
hasta el día que murió,
tan graciosa y tan alegre.
. . .
Doña Pepita, mi "seño",
como se diría ahora,
era una mañica alegre,
eficiente y cumplidora.
Sabéis que en la escuela entonces,
al preguntar la lección,
si sabes, pasas y subes;
o baja el escalafón.
Lo imperfecto del sistema:
que creces en vanidad,
o por un simple problema
puedes echarte a llorar.
-No te apures, hija mía,
si no eres la primera.
Mira yo, entre mis hermanas,
ni la mayor, ni pequeña.
Aunque seas del montón,
esfuérzate por ser buena,
que eso es lo que agrada a Dios
y ayuda a que otros lo sean.
. . .
Era el día de la madre,
entonces la Inmaculada,
y las niñas de la escuela
con sorpresa preparada.
-¿Queréis leer poesías?
-Doña Pepita nos dijo-.
-Voy a decirle a mi madre
la más bonita que he visto:
"Hoy que es día de la madre
por todos tan celebrado
quiero ofrecerte, a mi modo,
el amor que yo te guardo.
Que es un amor verdadero,
en pago al que me das tú.
Es tributo que te debo,
es afecto y gratitud.
Por ser día de la madre
pido dos cosas al Cielo:
que vivas por muchos años
y que me sigas queriendo."
-Una vez más, el Señor,
me ha dado lo que pedí.
Gracias, Dios mío, eres grande,
confiaré siempre en ti.
. . .
Mi madre se puso enferma
por un tumor genital.
-Es necesario operarla,
tiene que ir al hospital.
Recordó a Miguel Suay,
era cirujano en Cuenca,
y escribieron a su amigo
que no tardó en la respuesta.
-Vente a mi casa, Amparito
y estarás con mi familia.
Después de la operación,
los cuidados de Cecilia.
Mi madre, muy animosa,
se fue ella sola en el tren.
La esperaban sus amigos,
no tenía qué temer.
Mi padre la fue a buscar;
todo salió formidable,
y volvieron agradecidos
de personas tan amables.
. . .
En la huerta que tenemos
hay un hermoso rosal,
margaritas, crisantemos...
Es un jardín de verdad.
Tan chiquito que parece
del país de Liliput,
tan cuidado cual si fuera
jardín de un príncipe azul
-Cuando vayas a la huerta,
acuérdate de las flores;
un ramo para la iglesia.
-Sí, madre, de mil amores.
Una tabla de lechugas
y otra para el tomatar,
un poco de cacahuetes,
de todo hay que cultivar.
Plantados junto al ribazo,
varios árboles frutales,
y un limonero, al abrigo
de los fríos invernales.
Mi padre siempre descansa
cuando sube, a media cuesta.
La madre pintó con cal,
¡Qué bonita está la huerta!.
. . .
Solía haber en las casas,
era una necesidad,
un mulo, conejos, cerdo
y gallinas en el corral
Y teníamos también,
dos cabritas que ordeñar,
a la mañana y la tarde,
leche para deleitar.
Yo me sentía feliz,
cuidando del cabritillo.
-Cuando lo venda esta vez,
compro botas al chiquillo.
-Madre, la cabra está mala,
no puede ni casi andar.
-Pues le traeremos hierba
y que no vaya a pasturar.
-Parece que tiene frío,
la pondré un ratito al sol.
Los cuidados de mi madre
la iban poniendo mejor.
-El pastor, que entiende de esto,
dice que la venderá,
que la cabra ya está bien
pero no puede criar.
Y estando un día mi madre
lavando en el lavadero,
pasó el rebaño delante
y detrás iba el cabrero.
Las mujeres que lo vieron
atónitas se quedaron:
la cabrita se quedaba
junto a su querida Amparo
. . .
Fue madrina de Teresa,
hija de su hermana Emilia,
en el día de su boda.
Y hubo foto de familia.
Mi padre, joven aún,
mi madre tan elegante,
mi hermano un mozo muy guapo,
y yo, de alegre semblante.
. . .
Los sobrinos han crecido.
Hoy se casan Blas y Fina
-¿Dónde van a convidar?
-Aquí hay casa y cocina.
Labrador de pocas tierras
poco tienes que labrar.
Poco labras, poco siegas
Pedro, hazte guarda rural.
Ahora ya cobra un salario,
el mínimo nacional,
pero cuenta entre su haber
una esposa excepcional.
-Ahora viene otro problema,
Elisa quiere estudiar.
-Pues que estudie,
que Dios nos ayudará.
. . .
Cerca de Benicarló,
en accidente fatal,
muere el hermano mayor,
hermano y padre ejemplar.
Amparo recuerda entonces
al hermano paternal.
Quiso estudiar y no pudo,
había que trabajar
Una noche que leía,
le cayó el candil al suelo.
¡Casi se quema la cama!
¡Cómo se puso mi abuelo!
Luis ha vuelto de la mili,
también se quiere casar.
Otro banquete en la casa,
otra fiesta en el lugar.
. . .
Ha muerto la abuela Társila
-¿Cómo ha ocurrido? ¿De qué?
¡Tan vivaracha y risueña!
Sólo ha muerto de vejez.
. . .
Luis y Mercedes son padres
vísperas de Navidad.
También la llaman Mercedes,
y es bonita de verdad.
. . .
Mi madre se ha puesto enferma,
van a operarla otra vez.
-Me han dicho que es un tumor;
no sé como quedaré.
-Mira Pedro, si me muero,
deberías de casarte.
No mires habladurías,
si es buena chica, adelante.
¡Ah! y no quiero coronas
aunque me gustan las flores.
Si queréis, ponedme un ramo,
pero no exageraciones.
-¿Qué cosas dices, mujer?
vas a vivir más que yo;
ya verás como te operan
y pronto estarás mejor.
El tumor era benigno.
Ella se recuperó;
y una vez más, dimos gracias,
a nuestro querido Dios.
. . .
-Elisa es ya maestra;
la iremos a acompañar
a los pueblos donde vaya.
¡Señor, qué felicidad!
Mi abuelo Francisco era,
joven y viejo a la vez,
de mañana, bebía agua,
y se iba a andar después.
-Abuelo, que hoy hace frío
-No importa, voy abrigado.
Esta es la mejor vacuna,
contra gripe y resfriados.
Cuando volvía a almorzar,
¿qué tal el paseo, abuelo?
-Cada vez lo hago más corto.
Ya estaba cerca del Cielo
-Buenos días, señor cura,
¿me podría confesar?
-Pues claro que si, Francisco,
confesar y comulgar.
-Mire, yo no iba a venir,
pero Amparo, que es mi nuera,
que me cuida y que me quiere,
me ha pedido que viniera.
-Abuelo, estoy muy contenta,
porque ha ido a confesarse.
-Yo también estoy contento,
¡ojalá hubiera ido antes!
. . .
La ancianidad
Elisa no va a los pueblos,
Elisa va a la ciudad.
Casada y con muchos hijos
la tenemos que ayudar.
-¿Cómo te las arreglaste
con nosotros, de pequeños?
-Gracias a Dios y a la abuela;
superabuela lo menos.
. . .
La casa es muy grande, Pedro,
vamos a partirla en dos.
Para Luis y para Elisa
y viviremos mejor.
Los inviernos en Bicorp,
los veranos al Ludey.
Pedro y Amparo ya gozan
tranquilos de su vejez.
-Abuela ¿hay conejitos?
-Sí, ahora los veréis.
-Abuela, ¿ nos haces minchos?
-Minchos y tortas también.
-No sé donde está el tabaco,
ni el mechero, ni el reloj;
Pedro está desmemoriado,
Amparo, un ordenador.
Algunos dicen, no en vano:
-vive para trabajar.
-No lo hace por dinero,
es por servir y ayudar.
-Viene Doña Inmaculada,
es una maestra joven,
con su niña y los gemelos.
Voy a ver lo que dispone.
A Francisco, nuestro cura,
le hacen falta zapatillas;
y no tiene leña, Pedro.
Llévale una carretilla.
-Madre, tiene que ir al médico.
-Al médico. ¿Para qué?
-Por ese bulto que tiene,
que no sabemos qué es.
-Me ha dicho que es una hernia
y que tiene solución.
Tengo que ir al cirujano,
que me hará la operación.
-¿Qué edad tiene? -Ochenta años.
Yo ya no me operaría.
-Dice el médico del pueblo...
Señora, no hay garantía.
Entramos en la ortopedia
y le toman la medida.
Hija mía ¿y con esto,
he de andar toda la vida?
Amparo sigue lavando,
barre y hace la paella.
Amparo sigue en activo,
el mal no puede con ella.
-Se casa la prima Amparo,
abuela, vamos de boda.
¿Nos harás una blusita
para vestir a la moda?
Los bordados, la mamá,
y los ojales la abuela;
una hilvana y otra cose.
Esto no corre, que vuela.
. . .
-El padre se encuentra mal.
-Pues vámonos a Valencia,
que vean qué es lo que tiene,
y se acaben las molestias.
-¿Qué es lo que tengo, hija mía,
que estoy cada vez peor?
Pues tiene un Cáncer maligno.
¿Cómo se lo digo yo?
Mi madre siempre rezaba
y mi padre creo que no.
Yo estaba muy preocupada
mi consuelo es la oración.
Don Pedro, cura de Cuenca,
vino a verlo a nuestra casa.
-No se preocupe, Don Pedro,
que yo iré donde haga falta.
Confesado y comulgado
salió al encuentro de Dios;
reconfortado y sereno
todo lo sobrellevó.
No fue larga su agonía,
el mes de mayo murió.
Fue María Auxiliadora,
se lo pedí en mi oración.
Mi madre ya con nosotros
para siempre se ha quedado.
-Madre, no se preocupe,
nunca me iré de su lado.
Estaba muy decaída
pero se ha recuperado.
-¿Abuela, ya estás mejor?
-¡Si voy a vivir cien años!
La abuela arregla la ropa,
todo cosido y planchado.
-Mira qué me das ahora,
que esto ya está terminado.
-Hoy hemos venido a verte,
es el día de tu santo.
Te vas a poner contenta,
vamos a hacerte un regalo.
-Tengo de todo, hijos míos,
no quiero ningún regalo.
-Este sí que lo querrás,
este será de tu agrado.
-¿Quieres venirte a Bicorp?,
nos vamos dentro de un rato.
Prepárate tus cositas...
-¡Ya está todo preparado!
Dentro del bolso se lleva,
loquita de la ilusión,
por si pudiera quedarse
peuques y camisón.
Por la calle de la iglesia
cogidita de su brazo
van a la misa mayor
que no caben de tan anchos.
-Hemos visto a la familia
y a los amigos de antaño.
¡Si pudiera estar allí!
-Si Dios quiere, este verano.
. . .
-Nos vamos de veraneo
a nuestro Bicorp querido.
Ya no estoy para estar sola,
voy a casa de mi hijo.
Poco duró la alegría
porque se cayó un porrazo.
así que al segundo día
ya se había roto el brazo.
Sin perder el buen humor,
dijo mi madre enseguida:
-Gracias a Dios, que ayer mismo
me fui a la peluquería.
Algunas cosas que hace
son para hacerle una foto;
por eso a veces la llaman
abuelita terremoto.
. . .
-Abuela, has de estarte quieta,
ahora, ya eres jubilada.
-¡Bah! Eso son tonterías
¿Por qué no puedo hacer nada?
. . .
-Madre, vamos a rezar
para dar gracias a Dios,
para aceptar lo que Él quiera,
porque sabe más que nos.
Si siempre nos ha cuidado
y llevado por buen camino,
¿Cómo piensa que a estas horas
la deje en un desatino?
Y recordamos la guerra,
enferma y sola con su hijo,
y también muchos milagros,
los favores que Él nos hizo.
¿Cómo, con tantas hermanas
estuvo en la soledad?
¿También su padre y su madre
la hubieron de abandonar?
...Los maridos en la guerra,
y los hermanos también.
El abuelo, enfermo y viejo,
la abuela, Valiente es.
Mujeres, niños y abuelos
de mañana al campo van;
y una se queda lavando,
y otra tiene que fregar;
Y otra hace la comida,
que poco hay que cocinar,
pero con tanta familia
algo habrá que presentar.
Por la noche, todos duermen
cansados de trabajar.
Amparo estaba acostada,
¿de qué iba a descansar?.
O porque lloraba el niño,
o le daba de mamar,
o piensa en aquel soldado
que quizá no volverá.
De día tiene visitas,
la noche es eternidad.
Sólo le queda un remedio,
medicina celestial:
Viendo a su hijito reír,
¿cómo ponerse a llorar?.
Es la luz de la esperanza,
el anuncio de la paz.
. . .
-Ya no volveré a decir:
¡que me apañe o que me muera!
Lo que me quede a vivir
¡Que sea lo que Dios quiera!
Una nieta que la baña,
otra las uñas le corta;
unos que le traen flores,
otros le repiten coplas:
-Abuelita, me dé pan.
-¿Y el que te dí?. -Me lo comí.
-¿Y el que te sobró?
-Miguelico se lo llevó.
-¿Y Miguelico?. - A labrar.
-¿Y lo que labró?.
-La gallinita lo escampó.
-¿Y la gallinita?. - A poner.
-¿Y lo que ha puesto?.
-¡¡La abuelita se lo comió!!.
. . .
Fue en el día del Pilar,
el patio estaba mojado;
dio un traspiés y cayó al suelo.
¡Qué mal paso había dado!
Yo no sé si fue del golpe,
-tenía en la nuca sangre-,
o las noches sin dormir,
que perdió el juicio mi madre.
Todo el cuerpo dolorido
de la cabeza a los pies
-La pastilla no hace nada,
no me la des otra vez.
La abuela se está quedando
sin fuerzas ni para hablar.
Viene Lucía y la abraza
y se esconde para llorar.
-Si disminuye el dolor
vamos a darle un sedante.
Aquella noche durmió.
-¡La abuela sale adelante!
Va recuperando fuerzas
mas no así el conocimiento,
Sufre una ansiedad terrible
no está quieta ni un momento.
Sólo piensa que le roban
dinero bajo el colchón.
-Entré a coger la toalla
y pensó que era un ladrón.
-Me está esperando mi padre,
tengo que irme a Bicorp.
-Ya vamos, madre, ya vamos.
¡Danos paciencia, Señor!
. . . Dos porrazos, dos trombosis
-¿Cuál era la pierna hinchada?
A su edad es increíble:
se queda como si nada.
Se levanta de la cama,
se levanta de la silla
el día menos pensado
la sacamos en camilla.
-Abuela, vamos de boda.
Se casan Cristina y Pepe.
Van a venir tus sobrinos,
toda la familia a verte.
Será todo familiar,
muy sencillo y muy alegre.
Tú tienes que estar muy guapa.
y hacerte la permanente.
. . .
Fue hacia mediados de agosto,
un domingo al mediodía,
no se encontraba muy bien
y devolvió la comida.
Pasó tres días con vómitos,
era una cosa increíble,
vino la médica a verle
y dijo que era insostenible.
-Hay que ir al hospital,
necesita unos goteros;
se puede deshidratar
si no actuamos a tiempo.
-Yo no quiero la eutanasia
ni quiero hacerla sufrir.
Confío a la Providencia
la dignidad de morir.
Al momento nos preguntan,
si la pueden operar.
Tiene la hernia estrangulada
y eso es peligro mortal.
Después de la operación,
una semana ingresada;
por no tener sano juicio
lleva las manos atadas.
Fue una semana muy larga,
pero todo va pasando;
volvimos a nuestra casa
y se fue recuperando.
-¿Abuelita estás mejor?
Vamos de boda otra vez,
Rafa y yo nos casaremos
el día de la Merced.
. . .
Y un final feliz
Mi madre ahora está mejor,
ya no tiene la ansiedad.
Incluso habla y razona
con mucha más claridad.
Si voy cargada, me dice
-¿Quieres que te abra la puerta?
Pues de su inutilidad,
ella no se da ni cuenta.
Aun en su silla de ruedas,
solo piensa en ayudar;
siempre ha vivido así,
atendiendo a los demás.
A Elisa la llama madre,
ahora es como una niña.
¡Madre amable y admirable,
yo te quiero, madre mía!
Pronto mi madre irá al cielo,
y tendrá vida mejor;
pues siempre entendió este mundo
como un servicio de amor.

Epílogo.
Una oración, dos sonetos.

He pensado presentarme
a un concurso de poesía,
pues no puedo competir
con la alta tecnología.
En mi casa, en las comidas,
está la tele enchufada,
y así, toda la familia
mientras come, está callada.
Hay demasiadas noticias
de atentados y de muerte,
y no podemos hablar.....
¡Padre mío omnipotente,
Tú quieres que yo te anuncie,
dame una oportunidad!
Yo no creo que haya musas,
sólo en ti creo, Señor.
He escrito lo que me has dicho
Tú eres mi inspiración.
Faltan noticias de vida;
yo quiero ser un mensaje
de sencillez y alegría.
¿Seudónimo? Pues a ver...
Voy a llamar a mi obra
"Estrellita de Belén"
Que sea como una luz
que, entre tanta oscuridad,
guíe a los hombre de hoy
hasta el humilde portal.