lunes, 2 de noviembre de 2009

Educación, tema importante

Mi hijo Daniel, que es maestro, me envió un correo que considero interesante. Lo pongo aquí, puede ayudarnos a reflexionar.


Los siete pecados capitales de los educadores
Todos nos equivocamos. La mayoría de las personas usa los errores para destruirse y sólo unas pocas los utilizan para construirse.

1.- Corregir en público.
Un educador jamás debería exponer la equivocación de una persona, por grave que sea. La exposición pública produce humillación y traumas difíciles de ser superados. Un educador debe valorar más a la persona que se equivoca que a su error. Corregir en público es grave, humillar es dramático.
2.- Manifestar autoridad con agresividad.
Cuando damos un espectáculo agresivo debemos pedir disculpas por la manifestación de intolerancia. Si tenemos valor para equivocarnos debemos ten coraje para corregir nuestro error.
Si insistimos en mantener la autoridad a cualquier precio no educamos ni formamos y nuestros alumnos repetirán estos comportamientos.
Nuestro autoritarismo controlará la inteligencia de los alumnos.
Los límites deben ser marcados, pero no impuestos. Algunas restricciones son innegociables, porque comprometen la salud y la seguridad, pero incluso en estos casos hay que sentarse y dialogar sobre los motivos de esos límites. El dialogo es una herramienta educacional insustituible. Debe haber autoridad en la relación padres-hijos, profesor-alumno, pero la verdadera autoridad se conquista con inteligencia y amor
3.- Ser excesivamente crítico obstaculiza la infancia del niño.
No critiquéis excesivamente. No comparéis unos con otros. Cada niño o joven es único. La comparación solo es educativa cuando es estimulante y no despreciativa.
Dad libertad para que tengan sus propias experiencias, aunque eso incluya ciertos riesgos, fracasos, actitudes tontas y sufrimientos, De lo contrario no encontraran su camino. La peor manera de preparar a los jóvenes para la vida es colocarlos en un invernadero e impedirles equivocarse y sufrir.
Tenemos que tener en mente que los débiles condenan, los fuertes comprenden, los débiles juzgan, los fuertes personan. Pero no es posible ser fuerte sin percibir nuestras limitaciones.
4.- Castigar cuando se esta enfadado y poner limites sin dar explicaciones.
Jamás castiguéis con rabia. No os dejéis esclavizar por la ira. Cuando sientas que no puedes controlarla, sal de escena, pues de lo contario reaccionareis sin pensar. Si un joven te hace daño, habla de tus sentimientos con él. Si se equivoca discute y dialoga las causas de su fallo, dale crédito. La madurez de una persona se revela por el modo inteligente con que corrige a alguien,
Jamás pongas límites sin dar explicaciones.
El mejor castigo es aquel que se negocia. Sancionar con castigos, privaciones y límites sólo educa si no es en exceso y se estimula el arte de pensar. El castigo solo es útil cuando es inteligente.
5.- Ser impaciente y desistir de educar.
Los alumnos insoportables son los que ponen a prueba nuestro humanismo.
Los padres brillantes y los maestros fascinantes no desisten de los jóvenes, aunque decepcionen y no den una recompensa inmediata. La paciencia es su secreto, la educación del afecto su meta.
6.- No cumplir con la palabra dada.
La relaciones sociales son un contrato firmado en el escenario e la vida. No lo rompas. No disimules tus reacciones. Se honesto con los jóvenes. Cumple lo que digas o prometas y si te equivocas, vuelve atrás y pide disculpas.
La confianza es un edificio difícil de construir, fácil de demoler y muy difícil de reconstruir.
7.- Destruir la esperanza y los sueños.
El mayor pecado capital que los educadores pueden cometer es acabar con la esperanza y los sueños de los jóvenes. Los jóvenes que pierden las esperanzas tienen enormes dificultades para superar sus conflictos. Los que pierdan sus sueños serán opacos, no brillaran, gravitaran siempre alrededor de sus miserias emocionales y derrotas. Creer en el más bello amanecer después de la más turbulenta noche es fundamental para tener salud psíquica. No importa la magnitud de nuestros obstáculos, sino el tamaño de la motivación que tengamos para superarlos.
Los padres y los maestros han de ser fuentes de esperanza, impulsores de sueños. Sin sueños no hay aliento emocional. Sin esperanza no hay coraje para vivir.