lunes, 25 de enero de 2010

Receta para cambiar la tristeza en alegría.

No hay nada más triste en la vida que ser viejo y no creer en Dios.
Cuando se es joven, ¡tira que te va! Pero con el paso de los años, la vida se va apagando como la luz del atardecer y vemos acercarse la vejez como una noche oscura, imprevisible, implacable...
Notas que vas perdiendo la memoria, la vista, el oído; ves cómo se van debilitando tus fuerzas... Para muchas personas la vejez es la fealdad, la enfermedad, el dolor, la soledad y la inutilidad. Y ese drama lo levamos todos dentro, con mejor o peor talante.
Algunos se apresuran en gastar y disfrutar lo poco que les queda de estar en este mundo, como si quisieran apurar los últimos sorbos de la copa de la vida. Otros amasan dinero, pensando que así estarán mejor cuidados; pero a medida que aumentan sus ahorros, crece también el miedo a perderlos porque desconfían de todo.
Es como un niño que se ha perdido en el bosque y la noche se le echa encima. ¡Si encontrase la mano de su padre! Pues lo mismo que cesa el llanto de un niño en los brazos de la madre o del padre porque en ellos encuentra seguridad, así el hombre encuentra en el amor del Padre la única y verdadera seguridad. Si yo quiero a mis hijos y los querré siempre, ¿cuánto más me quiere mi Padre Dios? Si yo cuido a mis hijos todo lo bien que puedo, ¿cuánto más me cuidará Dios que todo lo puede.
Pongamos nuestra vida en las manos de Dios. Tenemos un tesoro, que es nuestra experiencia, y también la prudencia y paciencia que hemos conseguido a lo largo de nuestra vida.
Podemos ser amables y serviciales, y aún en caso de no poder hacer nada, podemos hacer compañía a otra persona. Y sobre todo, podemos hacer oración. Rezar es mucho más que hablar con Dios, es estar con Él, el Padre siempre en vela que toda la vida te ha esperado, el amigo fiel que siempre está a tu lado. Nunca está solo el que siente y goza de tan amable compañía. De día y de noche Él te escucha, cuéntale tus dudas y pesares. Y tu miedo se volverá paz y confianza, y tu tristeza, alegría.