miércoles, 18 de marzo de 2009

Hoy comienzo de verdad.

Ha pasado casi un mes, desde el 19 de febrero; por diversas circunstancias no he podido escribir. Ahora tenemos internet en casa, y precisamente hoy, víspera de San José, es el día de la Ofrenda de flores a la Virgen. Yo también quiero presentarle mi blog como una ofrenda. Cada escrito, una nueva flor a mi Madre. Y siempre con el deseo de que sea de su agrado.

Y voy a comenzar con la primera cosa que escribí. Quiero advertir que yo no soy escritora ni poeta,o poetisa; eso sí, desde niña me ha gustado mucho leer. En mi querida escuela de Bicorp había un libro de lectura para cada pupitre, es decir para dos niñas que se sentaban juntas.El libro se titulaba "Corazón", de Edmundo de Amicis, y era una antología de cuentos. A mí los que más me gustaban era "El escribiente florentino" y "De los Apeninos a los Andes", de cuyo guión se hizo una serie televisiva años después. Además, aprendíamos muchas poesías de memoria, cosa que me encantaba.

También aprendíamos muchas canciones populares, y villancicos en Navidad. Todas las que recuerde quiero escribirlas aquí. Pienso que alguien se alegrará con ello. Hay un tiempo para crecer y otro para dar fruto. Cuando me llegó ese tiempo, no pude leer, pero al modo de los rumiantes, fui sacando lo que había aprendido, y cantaba con mis hijos pequeños, les enseñaba poesías y les contaba cuentos.

Era en la Pascua del año 2000, cuando se acercaba la boda de Pepe y Cristina, y pensaron obsequiar a sus invitados con un botecito de miel, de la que habíamos tenido una excelente cosecha. Se me ocurrió la idea de atarle al bote un cordón con un mensaje. Y así fue como escribí la leyenda de la abeja que narro a continuación:

Cuando el buen Dios, nuestro Padre,
un mundo en amor creaba,
pasaron los animales
y un nombre y un don les daba.

Llegó la abeja hacendosa;
quiso premiar su labor:
"Será una tarea hermosa,
volarás de flor en flor".

Vino la avispa seguido,
también le pidió su don:
-"No habrá rival ni enemigo
que pueda con tu aguijón".

Oyólo nuestra abejita
y volvióse al Creador.
Le susurró una escuchita
y le pidió otro aguijón.

-"Tendrás el don y el castigo,
-dijo esta vez el buen Dios,-
por envidiosa te digo,
morirás del picazón".

Cuando llegó el hombre al fin,
dijo el Padre emocionado:
-"Hijo, te prefiero a ti,
ama como Yo te he amado".